Lidia Almenara ya escandalizó a un nutrido grupo de cargos públicos al principio del anterior mandato cuando, inflada como estaba por haber tocado poder, se empeñó en explicar en plena reunión de coordinación de Asuntos Sociales cómo era que ella entendía los celestiales gestos del aparato genital de su señor esposo cuando de tener fiesta se trataba. La pobre confundió una reunión oficial con algún encuentro cotidiano de los que frecuenta y en los que se debe terminar por hablar de las cosas divinas y humanas con mucha naturalidad. Pero hace unas semanas, con ocasión de la constitución del nuevo Ayuntamiento, bordó sus teorías políticas en el momento de contestar a una sencilla pregunta. “Oiga, y ¿por qué Ciuca no se votó a sí mismo y lo hizo en blanco?”. Respuesta: “Mira mi niño, mi madre siempre me lo dijo: Lidia, con el agua que te lavas el culo no te limpies la boca”. Para los anales. Con perdón.