No dejan de sorprendernos la categoría y tamaño de las correrías plateadas por los pasillos del Cabildo de Gran Canaria. Creíamos que todo se reducía, sencillamente, a que el carácter del presidente de la Cámara de Comercio, de natural emprendedor y echado para adelante, producía ese efecto consistente en aparentar que en la Consejería de Industria, Artesanía y Comercio el que manda es él. No, insistimos, la cosa es todavía más grave. Algún extraño influjo, un hechizo plateado o unos polvos en el café, deben haber obrado en el consejero del área, el aldeano Ezequiel Ramírez, una inclinación hacia el servilismo y la entrega que empieza a ser preocupante. Muchos testigos presenciales cuentan cosas rarísimas de cómo, por ejemplo, Ramírez es capaz de parar un acto oficial (encima de cómo está el protocolo) para dar la bienvenida al presidente de la Cámara, al que ruega que obsequie a la concurrencia con su verbo florido. O cómo se inclina, en versión isleña de las reverencias modelo Piqué, cada vez que de la boca plateada surge una orden, que no sugerencia. Olvida el consejero que es representante de los ciudadanos y que no es ese el camino democrático para conseguir la dirección general de Proexca o la de Comercio.