Por el camino ha habido chispas y hasta incendios controlados. Félix Santiago, el empresario que se empeñó en la imposible honradez y la coherencia hasta el final en medio de un auténtico enjambre de ambiciones de todo signo, fue duro en su verbo, como es habitual en él. Pero los que le conocen saben que no intenta ofender, sino expresarse tal cual. No podemos decir lo mismo de Roberto Góiriz, una persona que ha desempeñado en este sainete los papeles de correveidile y, en un momento de espejismo, hasta de candidato oficial. Le perdió su afán de protagonismo cuando llamó “empleado” a José Cristóbal García, que llegó a postularse también, en una penosa pérdida de memoria que le llevó incluso a olvidar que él también es un empleado. Sólo que García lo es de la Confederación y Góiriz de una federación, que hasta en esto hay clases. Lo de Grisaleña con Pérez fue más fuerte.