Lo mismo se puede decir de los tribunales de cuentas de las comunidades autónomas. Estos órganos fiscalizadores tienen como función, probablemente mejorable, revisar las cuentas de todos los organismos públicos de cada autonomía, lo que se convertiría en una tarea titánica, por no decir que inabarcable, para el Tribunal de Cuentas del Estado, por otra parte manifiestamente incapaz de controlar lo poco que tiene entre manos, como ha quedado probado con la fiscalización de los partidos políticos. Por ponerles un reciente ejemplo de lo que hace la Audiencia de Cuentas de Canarias, la imputación judicial del portavoz del PP en el Cabildo de Gran Canaria, Carlos Sánchez, ya con petición de condena por la fiscalía, se debe a una auditoria al Ayuntamiento de Santa Brigida en la que se descubrió que se perdonaba los impuestos en su época de concejal. La desaparición de este organismo dependiente del Parlamento y el traspaso de sus expedientes a Madrid sólo contribuirá a la más obscena impunidad, que debe ser lo que buscan. El Gobierno de Rajoy no ha hecho otra cosa que centralizar para controlar, empezando por convertir en propios del Gobierno órganos hasta ahora independientes (Comisión del Mercado de la Energía, verbigracia) hasta llegar al control absoluto de instituciones como el Tribunal Constitucional, con magistrados que apenas superarían una hipotética promoción a profesores de Derecho, y de manera inminente del Consejo General del Poder Judicial. La obsesión por el centralismo y por acogotar a todos los nacionalismos, especialmente el catalán, están conduciendo al PP a las pretensiones estratégicas más salvajes que se puedan hacer de algunos aspectos de la Constitución. Porque a las vulneraciones de derechos fundamentales que ya veremos cómo se resuelven en el Tribunal Constitucional, sumen los fueros fiscales vasco y navarro, a los que no sería de extrañar que condujeran a poner en remojo el Régimen Económico y Fiscal canario. El que abrió la caja de los truenos fue el socialista catalán Pere Navarro, que por cierto estará estos días por Canarias seguramente explicando cómo se puede decir una cosa razonable y al minuto siguiente una patujada sin fundamento, como su invocación a una revisión del régimen fiscal vasco sin que nadie le diera vela en ese entierro. Y, lo que es peor, poniéndoselo a huevo a la caverna del PP.