Como les adelantamos en esta misma sección el pasado 27 de octubre, Giovanni Carenzio desapareció voluntariamente ese mismo mes al precipitarse los acontecimientos en su contra y producirse las primeras reclamaciones de cantidades presuntamente estafadas por este napolitano emparentado maritalmente con la clase alta grancanaria. Hasta entonces se codeaba con lo más granado de la aristocracia, con la clase empresarial dirigente y con políticos de alto copete y mucha influencia. De él se cuentan increíbles hazañas de mecenazgo al más alto nivel, desde la Opera de Nápoles hasta la Fundación Pérez Galdós, de la que se dio de baja solo semanas antes de su estampida. Su capacidad para conseguir lo más increíble le llevó a participar en la organización de la visita de Al Gore y su recepción privada en Las Palmas de Gran Canaria, previo pago de 30.000 euros por cabeza para entrar en el selecto club de las relaciones comerciales con Estados Unidos. Algunos grancanarios pueden presumir de haber sido recibidos por el Papa gracias a las artes diplomáticas vaticanas de Carenzio. Su procesamiento y condena por malos tratos machistas, denunciados por una de sus hijas, lo empezaron a desenmascarar, y su desaparición hizo aflorar las desconfianzas que permanecían larvadas en su contra. Ahora es difícil no encontrar a cualquiera que lo frecuentara que relate que siempre sospechó de su comportamiento. Para que el culebrón adquiera niveles verdaderamente espectaculares bastaría con que él mismo contara a qué políticos les ha tramitado productos financieros opacos al fisco español a través de Suiza. Para tararí y no echar gota.