La crisis de la AEC no hay que encontrarla únicamente en el reciente proceso electoral, ni siquiera en la elección de representantes de la patronal en la Confederación. En rigor hay que remontarse a los tiempos en que estalló el caso Góndola, en el que se vio salpicado uno de los asociados más influyentes, Santiago Santana Cazorla. Un desafortunado comunicado enviado a la prensa sin la bendición efectiva de los más decisivos dirigentes de la patronal hizo aflorar de qué lado estaba la entonces presidenta, Heidi Arocha. Fue, por decirlo de alguna manera, la primera gran metedura de pata de la dirigente patronal, que meses después, y a la vista de su casi nulo respaldo, anunció en Canarias7 que se marchaba vountariamente antes de que la despidieran sin honores. Debió ser Déborah Verde quien la disuadió, hasta el punto de que Arocha permanece en los alrededores del nuevo presidente como asesora-secretaria general, tratando de alcanzar el salario colosal que siempre soñó y recurrentemente le negaron.