El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Una de Emmanuell para el Niño
Quizás debió someterse a un par de hervores más el alcalde de Santa Brígida antes de lanzarse en plan atrevido a las procelosas aguas de la política canaria. De ese modo habría aprendido a diferenciar literatura erótica de pornografía, que son dos cosas distintas, o el patrimonio público de su vivienda particular de él, que todavía se diferencian mucho más. Porque en sus declaraciones el alcalde ha dicho que requirió al Club de Lectura información acerca de las personas que iban a reunirse y sobre el libro a comentar, para evitar que, los muy cochinos, se pusieran a comentar “un libro pornográfico”. Al día siguiente, no contento con el atrevimiento, ha dicho que “cualquiera que vaya a prestar su casa [en referencia al local municipal de la calle Tenderete] tiene que preguntar qué se va a hacer en ella”. Con lo fácil que hubiera sido rectificar, pedir disculpas a los afectados y proclamar que se todo se debió a un lamentable malentendido, que a él le gustan las novelas de Marcial Lafuente Estefanía y que le avisen si van a comentar algún libro de contenido erótico.
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