Todavía andan en la Autoridad Portuaria buscando la manera de resolver el famoso contrato del 3,5% que Arnáiz le dejó firmado al empresario Javier Esquivel para que se asegurara un pingüe negocio si finalmente había asignación de potencia eólica en Arinaga. El casero de Soria se presentó el martes a juicio con un testimonio bien aprendido: yo le cobré a Soria, y si no figuran esos cobros en la contabilidad es porque quien cobraba era mi mujer, mientras yo asumía la deuda y mis contables lo ajustaban en la contabilidad. Pero Soria pagaba, Soria es amigo, tanto que hasta se le permitió redactar el contrato de arrendamiento, algo que no se supo hasta este martes, lo que el inquilino tuvo que admitir más tarde tras saber que Esquivel lo había afirmado. Esquivel dijo lo que tenía que decir, incluso acerca de aquel famoso viaje a Magdeburgo (Alemania) del 8 y 9 de octubre de 2004 (semanas antes de que se convocara el concurso eólico). Dijo que se tropezó casualmente con el consejero de Industria, Luis Soria, justo, justito, debajo de una imponente mole de 4,5 megavatios de potencia eólica, una megaturbina de Enercon. Luego cenaron juntos, también sin querer, y hasta pernoctaron casualmente en el mismo hotel. Minutos más tarde, Luis Soria, con su proverbial torpeza, se lió y lo dejó como un mentiroso.