También había empresarios inquietos, de los que no disfrutaron relajadamente de la fiesta. Los había preocupados con el futuro de la sección de derribos en Telde, y lo emparejaban en sus conversaciones con el anfitrión con lo que pueda dar de sí el futuro Plan General de la ciudad, en manos de un socialista apoyado por Paco Santiago. Otros se quejaban amargamente de haber pifiado con Binter, la compañía que tuvo todas las bendiciones y los apoyos gubernamentales y a la que una huelga de pilotos mal gestionada ha destapado sus vergüenzas. Otros más cercanos a Tadeo contaban orgullosos cómo habían adquirido la mansión de al lado por la nada despreciable cantidad de 450 millones de los de antes. Mientras, la salsa de todos los platos sobrevolaba la fiesta embutido en una carísima americana azul con rayas blancas al grito de “yo los uní a todos”. Para desgracia de ellos.