O los expedientes tienen patas y caminan solitos hacia el cajón de la amnistía o alguien los conduce hasta allí. Empieza aflorar de manera alarmante el caso de los expedientes sancionadores de Consumo que acabaron convirtiéndose en papel mojado gracias a las diligentes gestiones de determinadas personas que jamás concluyeron la instrucción de actas de inspección y perdonaron altas sumas de dinero a las empresas infractoras. La punta del iceberg ha asomado en Consumo, es cierto, pero no descarten que prácticas similares no hayan tenido lugar en otros departamentos, como por ejemplo Comercio o Turismo. De momento ya sabemos que hay que dar por perdido el dinero que no se ha cobrado por culpa de esas sanciones prescritas, lo que no es óbice para que haya lugar a la vía penal por delitos como la prevaricación, la infidelidad en la custodia de documento público o, puestos tremendistas, el cohecho. O no tan tremendistas.