Nadie parece haberse preocupado lo más mínimo por recabar la versión de ese peligroso terrorista que llegaba de incógnito a Nueva York para, desde allí, hacer transbordo hacia Washington, donde tenía una cita en la Casa Blanca. Era allí, muy cerca del despacho oval, donde se iba a perpetrar el magnicidio. Menos mal que María del Mar Arévalo ha lanzado un comunicado y ha revelado la identidad y las aviesas intenciones del secretario general de los socialistas canarios. Para algo habría de servir estar tan ociosa en el Parlamento, para espiar e informar a los servicios de inteligencia. A Arévalo y a todos los que se han tirado ridículamente a la piscina se les olvidó preguntar si es verdad que López Aguilar llegó a utilizar su móvil o si, sencillamente, la Policía le advirtió de la prohibición de usarlo cuando lo extrajo de su bolsillo en el control de pasaportes. Que ya se sabe como están de pesados en EEUU con esto de la seguridad y tal y cual.