Dijo Benedicto XVI cuando todavía no había sido elegido Papa, que en la Iglesia había mucha suciedad. Lo dijo, como pudo colegir todo el mundo, en referencia clara a los numerosos casos de pederastia detectados entre obispos, particularmente en Estados Unidos. Poco, que se sepa, hace la Iglesia por depurar esa responsabilidad, salvo el muy socorrido y piadoso sistema de echar tierra sobre los asuntillos y mirar a otro lado. Sin embargo, Ratzinger y el tipo de Iglesia que lidera y que le ha colocado al frente del Vaticano, sí calza sin ambages contra todo aquel que apoye, por ejemplo, el matrimonio entre homosexuales, que debe ser terrible para el Santo Padre aún cuando se trate de personas mayores de edad que toman decisiones libres, y no de niños que son sometidos a abusos aprovechándose de la condición de superioridad del violador. El cura que este sábado por la mañana dijo misa en la parroquia de San Telmo, en Las Palmas de Gran Canaria, supera al Papa por la derecha, por el dogma y por la perversión de la moral.