Es muy recurrente atribuir a los grandes grupos empresariales canarios malvadas intenciones. Y motivos no nos sobran porque basta con remitirse a algunos hechos para hacer buenas algunas sospechas. Pero en el caso concreto del Grupo Lopesan, hay que coincidir en que es, junto a Anfi del Mar cuando estaba en las exclusivas manos de Björn Lyng, de los poquitos que apuesta por la excelencia y la calidad en sus inversiones turísticas. Basta ver sus hoteles y los entornos de sus hoteles, verbigracia Meloneras, o las remodelaciones que han experimentado algunos de los establecimientos de los que se ha hecho cargo esta última década, para comprobar que rompe los moldes de la decadencia que por norma general prevaleció durante décadas en la ciudad turística. Por el contrario, RIU, su competidor en Meloneras y el propietario del Hotel Oasis, en peligro inminente de piqueta, no destaca precisamente por la calidad de sus instalaciones. En su carta a Bravo de Laguna, Eustasio López no escatima en elogios a su competidor: Sus hoteles en Meloneras son “coloquialmente conocidos en el sector como hoteles V.P.O. por la pobreza de sus materiales y el bajo coste de construcción de ambos proyectos anodinos, que nada contribuyeron a prestigiar a la isla como destino”. A RIU, además, López le atribuye una suerte de malas artes que hacía tiempo que no se intercambiaban los empresarios por estos lares: “Para salvaguardar sus cuentas de explotación tiene la empresa propietaria que recurrir al ilegal medio de utilizar el poder que ostenta en un touroperador alemán muy potente, para vetar que los hoteles de nuestro grupo en Meloneras se publiciten en los catálogos de ese touroperador destinados al mercado alemán”.