De vez en cuando procuramos hacernos eco aquí de algunas apasionantes experiencias de nuestros lectores cuando de viajar en avión se trata. Ya sabemos, ya, que con la liberalización y las líneas de bajo coste, aquel glamour de antaño se ha perdido: la dama con el neceser, él con el pañuelo de seda anudado al cuello, la copa de champán a bordo, el pasaje endomingado, el ceremonial del almuerzo... Ahora hay que llevar el mantel a cuadros y el bocata de chorizo de Teror, a no ser que se pretenda pasar hambre. Pero una cosa es viajar en plan Jardineras Guaguas de los años 60 y otra bien distinta que encima te tomen el pelo. Así le ocurrió a una canaria que decidió marcharse a vivir a Argentina por amor. Metió un enorme baúl en el avión y se plantó en Buenos Aires el pasado 2 de septiembre. Ella llegó, pero el baúl no. ¿Se imaginan el resto de la historia? ¿Sí? Pues no, es peor.