Ese mismo día 18 por la mañana, ante el cabreo vecinal y la aparición del Seprona, alguien de Parques y Jardines hace un informe que es entregado en la secretaría particular del alcalde, Paco Valido, que tiene para sí las competencias del ramo y la rama, pero que las había dejado en manos de Guadalupe López antes de irse a Moguer a mortificarla desde tan lejos. Pero el técnico que elaboró el informe desconocía esa delegación temporal y por eso entregó el informe en la Alcaldía. Valido, que será flojo pero no es tonto, ya ha dado órdenes para que ese papelito de marras, con acuse de recibo y elaborado por Néstor Álamo Sosa, padezca un extraño fenómeno de volatilización, de modo que nadie se entere de que lo que se recomendaba era “entresacar” plantas, de manera que se permitiera el paso de la luz y la visión de la playa. Guadalupe, que ya estaba cabreada, se negó a dar la cara en nombre del Ayuntamiento ese viernes. Desconocía la existencia del informe y dijo al Gabinete de Prensa del consistorio que hablara el que dio la orden de la tala masiva.