Hay que reconocerle al Cabildo de Gran Canaria que ha estado fino en la operación de compra de esos dos espacios naturales, una vieja aspiración de los ambientalistas de toda la vida, los que siempre temieron lo peor dada la voracidad con la que habitualmente nos llevamos todo por delante. Han sido los primeros en celebrarlo, algunos con lágrimas en los ojos. Pero es que, además de lo ecológico, la operación tiene un diez desde el punto de vista administrativo, económico y político. El Cabildo fue informado en septiembre pasado por la viceconsejera de Turismo, Mari Carmen Hernández Bento, de que había unos dineros del convenio de Costas sin gastar y que había que devolerlos a Europa si no se presentaban proyectos elegibles de inmediato. La Comunidad Autónoma tiró de los cabildos, y empezó el culebrón.