El pleno de este jueves en el Parlamento fue de época. Con Soria en la rebotica, un exultante y experto Miguel Cabrera Pérez-Camacho ejecutó a la perfección el papel asignado: masacrar a Paquita Luengo. Moviéndose en la frontera entre el parlamentarismo y la injuria, Cabrera llegó a colocar a los socios de su partido en una situación comprometida cuando lanzó el órdago de apoyar la comisión si la parlamentaria socialista se alejaba de ella. Sabía que el PSOE no apoyaría esa variación, que se distanciaba bastante de lo dicho estos días por los nacionalistas, y de paso quedaban con las manos libres para rechazar la investigación. Al final, CC y PP volvieron a demostrar que este Gobierno y esos partidos que le apoyan están en este asunto del lado de la empresa reclamante, Cabo Verde, S.A., a la que prácticamente apoyaron para que se pueda llevar los 92 millones tan graciosamente concedidos por la graciosa dejadez de la Comunidad Autónoma.