En ATI ya no saben cómo decirle a Marcos Brito, alcalde de Puerto de la Cruz, que ya está bien, que en la vida se cubren unas etapas y que en política siete veces candidato a la misma alcaldía es mucho para el cuerpo. Por muy serrano que esté ese cuerpo y por mucho que trate de alcanzar las siete vidas que dicen que tienen los gatos. Hace ya mucho tiempo que a ese pedazo de alcalde se le aprecian claramente los síntomas del agotamiento mental y político, la falta de ideas, y lo que es peor, la insistencia en los mismos errores, con la misma soberbia y con las mismas desastrosas consecuencias para los portuenses. En 2006, en una de esas decisiones caprichosas jamás explicada suficientemente, Brito privatizó la parte magra de una empresa pública municipal, Pamarsa, dejándola solo con la gestión de unos aparcamientos y con el servicio de salvamento playero. Tan sólo cuatro años después, tras el estrepitoso fracaso en la gestión privada que propició el alcalde, el Ayuntamiento se ve obligado a hacer frente al pago de millón y medio de euros en seguros sociales y a rescatar la concesión que por quince años y 9,6 millones de euros en total, se llevó un particular. Es como lo que hizo Soria con la central lechera grancanaria y con el matadero, pero en versión Marcos Brito, que todavía es más heavy metal.