Las cosas cambian a un ritmo vertiginoso en el movimiento empresarial grancanario, que ha vuelto a situarse del lado del miedo que a algunos produce que José Manuel Soria ejerza poder, aunque sea chiquitito y producto del perverso reparto territorial que ha hecho con Paulino Rivero: Las Palmas para ti y Tenerife para mí, y que cada uno mire para otro lado. Sumen al papelón que le está tocando desempeñar a Grisaleña, el sapo que se tragó este martes al dar entrada en el Comité Ejecutivo de la CCE nada menos que a su más cualificado enemigo, Mario Rodríguez. Dicen en el entorno del presidente empresarial, que Grisaleña lo prefirió a Onno Flick por considerarlo menos pepero que el importador de automóviles. No entramos en tan disparatada disquisición, y mucho menos en el día en que la gran patronal canaria ha quedado reducida a una patética pandilla de marionetas en manos precisamente del PP.