Pero donde Cristina Tavío rozó la estratosfera fue cuando trató de colocar al ministro de Justicia, Juan Fernando López Aguilar, como “el padrino” de que hayan aflorado los casos de corrupción por todos conocidos. Le encasquetó, así sin más, ser el autor de la “hoja de ruta de los fiscales anticorrupción” y le lanzó un ruego que sonó agónico: “Me gustaría que el ministro de Justicia se empleara también en otros ayuntamientos”. Y todo porque, según recordó, fue López Aguilar el que se atrevió a hacer algo inédito en la historia parlamentaria contemporánea, decir en el Congreso de los Diputados que Canarias padecía un déficit democrático y que, como consecuencia, se estaban dando casos de corrupción muy preocupantes. Es cierto que lo dijo el ministro, y es cierto que este fin de semana se ha colocado al frente de los que quieren acabar con la corrupción en las Islas. Pero hay que ser un auténtico indocumentado para insinuar que las denuncias presentadas por particulares e investigadas por jueces, fiscales y policías han salido del despacho del ministro socialista. Y no queremos pensar que toda una licenciada en Derecho ignora todos esos extremos. Por cierto, hablando de padrinos: al único que tenemos catalogado como tal es a José Manuel Soria, que apadrinó a Toñi Torres y Enrique Orts el día que se casaron.