No se apaga ni por asomo la polémica levantada por el caso Aitana. Los medios de comunicación insisten en abordar el asunto desde distintas perspectivas, incluida la que debió haberse aparcado al detectarse el tremendo error de unos hechos que no fueron tales y, consecuentemente, de una autoría imposible. Las pesquisas periodísticas se centran ahora, con buen criterio, en encontrar a los responsables de que todos cometiéramos un error encadenado. Es obvio que el médico que extendió el primer parte de lesiones tiene algunas explicaciones importantes que dar, entre otras, cómo es posible que apreciara lesiones que le llevaron a diagnosticar malos tratos y abusos sexuales. Pero hay que recordar al respetable que, en cualquier caso, el médico nunca atribuye lesiones a nadie, se limita a reflejarlas en un parte. Otra cosa es que, en un exceso de celo, el facultativo dijera a la Policía Local que el joven Diego P. le infundía sospechas. Y en la Policía Local de Arona deberíamos todos fijar la mirada porque desde allí se producen las primeras filtraciones.