La disyuntiva entre Morales y Cardona, entre el alcalde de Agüimes y el de Las Palmas de Gran Canaria, se puede despejar con una simple operación de intercambio de actitudes. Pongamos a Cardona al frente de la capital promoviendo activamente, además de la bicicleta, el uso preferente de energías renovables y sostenibles, explotando la cantera de Roque Ceniciento como campo eólico de primer orden y exigiendo a las autoridades portuarias y de otras administraciones medidas de seguridad extraordinarias a los depósitos de combustibles necesariamente instalados en La Luz, o en su defecto, su traslado al polígono de Arinaga. Pongamos en este hipotético caso al alcalde de Agüimes y a sus compañeros de Santa Lucía e Ingenio en clave puramente economicista, pensando en los suculentos ingresos que iba a recaudar el polígono de Arinaga por la instalación allí de una regasificadora, los puestos de trabajo a generar por la obra civil y las magníficas relaciones que a partir de ese momento cosecharía con poderes notables como las eléctricas y las gasísticas. Pasaría de alcalde de pueblo a preboste nacional, podría subirse el sueldo y tener un bungaló en primera fila de Meloneras. No anunciaría con antelación suficiente, que con la llegada del PP, proyectos de energía sostenible como el hidroeléctrico en Chira-Soria regresarían al cajón de las ideas molestas para el gran poder. En suma, dejaría de ser un personaje molesto y empezaría a fumar puros.