Un día, no hace mucho tiempo, regresaba a las oficinas de los fiscales en la calle de La Pelota el mentado fiscal coordinador de las causas civiles, a la sazón Antonio López, a quien sorprendió la presencia en medio de las mesas de unos señores que se desenvolvían y hablaban de las estancias con inusual naturalidad. López, que de autoridad siempre entendió un rato largo, se dirigió a ellos instándoles a identificarse y a explicarle qué hacían allí, entre delicados expedientes judiciales y cuitas personales de muchos ciudadanos. Quien le contestó con esos aires de lima que le han hecho famoso en las siete islas fue el funcionario Joaquín García, quien se identificó y plantó cara al fiscal. Pero como a éste nadie había advertido de esa visita técnica (García es el encargado de buscar locales para alquilar y de arreglarlos para la cosa judicial), los puso a todos en la puerta con el ruego de iniciar de nuevo el episodio: buenos días, señor fiscal, ¿da usted su venia? Pero Joaquín García, que en Presidencia y Justicia manda más que algunos y algunas que nosotros sabemos, montó en cólera, removió Roma con Santiago y consiguió que la Inspección Fiscal sancionara con una multa al fiscal Antonio López. La Inspección Fiscal depende del Consejo Fiscal, en el que se sienta Guillermo García-Panasco. Desconocemos la intensidad con la que defendió a su compañero y sin embargo subordinado.