Fernando González quedó suspendido, siempre según el jurado, por hablar de memoria, por manifiesta falta de creatividad y por parecer, más que un menesteroso consejero, una suerte de Winston Churchill llamando a las filas de la sangre, el sudor y las lágrimas. Por no hablar de ese exceso de ética de la realidad y una incorregible mala pronunciación que el examinando se niega a corregir. Un dos. José Alcaraz queda suspendido por copiar. Descalifica al consejero pidiéndole por alternativa exactamente el Pacto de Territorio pero sin decir que eso ya se planteó en su día (1992) y que, además, lo hizo un consejero socialista en un Gobierno presidido por Jerónimo Saavedra (¿será por eso?). Si hubiera dicho la fuente se le podría poner un cinco, pero al no decirlo ni tener a su nombre los derechos de autor, un cero por copiar. Eso habida cuenta que en aquellas calendas el señor Alcaraz era del PC y por ello no le corresponde su utilización sin caer en apropiación indebida. Jorge Rodríguez, por su parte, decía estar de acuerdo con el 90% del documento que está en el Parlamento, pero al tiempo ejecutaba la suerte de la descalificación total. El jurado entiende que el señor Rodríguez, al ser de letras, confunde el 90 con el 10%. Podría haber aspirado a un tres, pero tiene mala calificación en urbanidad por haberse manifestado rematadamente cursi. Casi parecía estar en uno de aquellos solemnes programas de Joaquín Soler Serrano en lugar de un menage a trois más bien en clave campurria, queremos decir de magos esféricos.