Un lector muy atento nos recrimina en muchas ocasiones que no utilicemos siempre el término Las Palmas de Gran Canaria para referirnos a la ciudad que es capital de la isla de Gran Canaria, de la provincia de Las Palmas y de la región cada cuatro años. Lo hemos explicado muchas veces: cuando en el contexto de la frase queda claro que nos referimos a la ciudad, evitamos tantos apellidos. La toponimia de la provincia de Las Palmas es un galimatías para los propios nativos, lo que se convierte en esquizofrenia para los foráneos, sean o no españoles. Es muy común comprobar en cualquier agencia de viajes peninsular que el empleado manda al turista a Tenerife cada vez que pide un destino canario, lo que demuestra que tener una denominación similar a la de la región no es suficiente para ser un destino atractivo. Cosas de la promoción y de la ausencia de un nombre comercial que agrupe tanto papanatismo en torno a los ilustres apellidos de la provincia, la isla, la ciudad, el barrio y el portal. Nada les contamos si la reserva se hace desde Buenos Aires. Venga, se lo contamos.