Entre la herencia recibida y el disparate permanente, el grupo municipal de Las Palmas de Gran Canaria se mete cada día en un nuevo berenjenal. Parece víctima de una maldición, porque cuando no es una pelea fratricida entre socialistas es la aparición estelar de Chano Franquis, al que alguien le ha dado vela en el entierro sin que se sepa muy bien por qué, cuando no una nueva contradicción en la estrategia de salvación de Guaguas Municipales, un error en la confección de los presupuestos, un patinazo en el Festival de Cine o una boutade del alcalde, Jerónimo Saavedra, al que el PP terminará poniendo una calle. Y un piso, si fuera menester. Es evidente que la primera autoridad municipal no infunde liderazgo entre los suyos, que ya andan quebrados en dos o tres grupos distintos y cada vez más distantes. Unos filtran, otros ponen zancadillas, otros chismorrean, casi todos conspiran y el resto trabaja. Para colmo, hasta se echan a pelear con los funcionarios.