Si José Manuel Soria llega a reconocer ante la comisión de investigación que, efectivamente, participaba con absoluta normalidad en las decisiones políticas que tenían que ver con las empresas de los hermanos Esquível, cualquier buen juez o cualquier buen fiscal tendría en sus manos la piedra filosofal. Sería la clave que transformaría las conjeturas de siempre en la relación concreta de toda la trama eólica. Porque los hermanos Soria siempre trataron de favorecer desde sus puestos políticos las iniciativas de los Esquível, más en concreto en el negocio eólico, primero permitiéndoles hacer de todo desde la Autoridad Portuaria para apoderarse de suelos privilegiados en Arinaga, y luego allanándoles cualquier dificultad que pudiera representar la empresa pública Megaturbinas de Arinaga, de la que era consejero el denunciante de las mentiras, Francisco Cabrera. Y de remate, avalando a Arnáiz para que firmara un contrato indecente, ilegal, perjudicial y hasta obsceno, para dar a los Esquível lo que la legalidad y las buenas costumbres les negaron.