Jaime Cortezo sabía entonces (y sabe ahora) que los derechos que dice poseer sobre el Islote del Francés están cogidos con alfileres. Por eso aceptó de buen grado la generosa propuesta que le puso sobre la mesa el que era concejal de Urbanismo a finales de 2007, Antonio Hernández: un paseo comercial con un máximo de edificabilidad de dos plantas, un parking a explotar con una concesión de entre 25 o 30 años; una zona náutico-deportiva, un parque y una gran plaza para eventos públicos. El promotor inmobiliario estaba satisfecho con esa propuesta, con la que se colmaban de alguna manera sus expectativas, aunque sus proyectos anteriores eran mucho más ambiciosos, como quedó demostrado con su fantasmagórica expedición a Miami. Pero el 22 de enero de 2008, en un restaurante de Costa Teguise, cenaron Jaime Cortezo y Dimas Martín, y las dos plantas que aceptó tras hablar con el concejal de Urbanismo se convirtieron en nueve. Se podrán imaginar los saltos de alegría que daba Cortezo en el momento de pagar la cena que mantuvo a solas con el líder del PIL, que aquel día disfrutaba de un permiso carcelario.