Les imaginamos a muchos de ustedes al corriente de la que se ha montado en torno a las comidas navideñas de las consejerías del Gobierno, comidas que se celebran al modo que hacen las empresas privadas, pero con perritas públicas. No obstante, es tradición, y no vamos a ser nosotros quienes hagamos cualquier cosa por quebrarla. Pero sí es nuestra obligación hacernos eco de lo que ha ocurrido en torno a los ágapes navideños de Hacienda y Educación. En el caso de Hacienda se habló incluso de pasar lista, de estar obligado a acudir. Y hasta circuló por los correos de los funcionarios un pequeño sondeo para estudiar la posibilidad de suspenderla. La comida de Educación tiene cabreados a los maestros de escuela y de instituto, que se preguntan por qué beben y comen los funcionarios de la consejería a cuenta de los presupuestos y no ellos, que están a pie de obra y tienen que rascarse el bolsillo. En Cultura, la cosa daría para más cabreo porque es la viceconsejería la que paga el viaje de Tenerife a Gran Canaria o viceversa para que funcionarios de algunos centros directivos no se pierdan el condumio.