José Manuel Soria se había propuesto callar desde que el 27 de mayo pasado las urnas le pasaran factura, entre otros motivos, por su facilidad para decir burradas. Se escondió en su madriguera, de la que sólo salía para hacer alguna manifestación institucional. Pero la marca de la casa es ésta del exceso. No es la primera vez que se desboca y se sale del camino demostrando que no está hecho para las adversidades. La primera vez que un político de fuste le llevó la contraria en público le dijo que perdía aceite. Cuando vio que había muchos ciudadanos en desacuerdo con la megabandera de la plaza del Fuero, les conminó a tragársela. Y ahora que ve avecinarse una segunda derrota consecutiva, suelta esto de los niños violados creyendo que arañará algún voto. Puede que pierda un montón.