La coherencia que adorna la trayectoria profesional de Francisco Javier Chavanel es extraordinaria, como todos ustedes han ido comprobando en estos últimos años. Para explicar sus deslices con el Clan de la Avaricia, a cuyo frente colocaba, entre otros, a su padre, su báculo, su todo, Juan Francisco García, dice ahora que ese clan ya feneció, que el nuevo que le interesa promocionar lo forman socialistas sin escrúpulos que se dedican a asaltar las arcas públicas. No aporta nada más que mentiras e insidias que tendrán su respuesta en los tribunales de justicia, pero olvida que los negocios en los que él mismo encuadró a su Juan Francisco siguen vigentes. Lean cómo lo describió a finales de 2004: “En esta temporada lo importante es el gas, el istmo (que me lo ha pedido Germán), los puertos deportivos (que me lo ha pedido Eustasio), las grandes superficies, si es que podemos comprar Ahold con la RIC, y el tren y los casinos. Como fui testigo y estuve presente, lo tengo que contar: a Juan Francisco García González se le pusieron los ojos como semáforos”. O sea, que fue entusiasta testigo de cómo embadurnaban a su jefe. ¿Y se atreve a acusar a alguien? ¿De qué? Impresionante documento, sí señor.