Todavía no hay noticias del Juzgado de Instrucción número 3 de Las Palmas de Gran Canaria, donde ha tenido entrada por reparto la querella que el pasado 17 de febrero interpuso José Miguel Suárez Gil contra su esposa, Josefina Navarrete, y contra el abogado de ésta, Ignacio Nestares, por un presunto delito de extorsión, que suena fuerte, ya ven. Dice el querellado, auxiliado por el letrado López Mendoza, que Navarrete y Nestares han intentado amenazarle con las más grandes maldiciones penales si no cesan los empeños plateados por arrebatar a su esposa todo el patrimonio que voluntaria y gentilmente puso a su nombre durante los dos años que duró el matrimonio. La querella, como otras iniciativas de tipo mediático que emprendió Suárez Gil tras abandonar la prisión, no persigue otra cosa que neutralizar a Josefina Navarrete y tratar de mezclar, en plan Cantinflas, las pistolas con la pasta, la violencia machista con las cuentas en paraísos fiscales, para así librarse de los procesos judiciales que el ex presidente de la Cámara de Comercio tiene abiertos por doquier. Si no fuera porque suena a maldad, casi estamos por desear que el magistrado abra diligencias e investigue lo que se dice en la querella, porque de tan plateada que es, daría para escribir una telenovela muy jugosa en la que se verían retratadas muchas personas del mundo empresarial canario. Y, por supuesto, el muy ajetreado comportamiento del querellante.