El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
El chapapote hunde al PP
Ahí tienen, para regocijo de algunos y zozobra del resto, los resultados de la tercera encuesta que coloca a José Manuel Soria en una de las más duras encrucijadas políticas de su ya dilatada carrera: justo cuando ha tocado el cielo con la punta de los dedos se cierne sobre él el riesgo cada vez más cierto de un talegazo de los que hacen época. A la pésima gestión social que su partido y su Gobierno han hecho de la crisis económica, él se ha ocupado personalmente de añadir otros efectos devastadores sobre su imagen, tanto en Canarias como en el resto del territorio nacional corroborando lo que muchos siempre hemos sostenido: que no es un buen gestor, que sólo se ocupa de sus intereses personales y que tras esa fachada de político solvente, que tan bien cultiva, sólo hay absolutismo soriano. Y como cualquier monarca absoluto, con él hundirá al resto de su corte y a sus mariachis más resabiados. Trece diputados, trece, es la cifra que barajan las encuestas, uno menos de los catorce que obtuvo cuando relevó de aquella manera al frente del PP canario a José Miguel Bravo de Laguna, que ha tenido que esperar quince años para ver pasar por delante de su puerta el cadáver de su verdugo. Y encima, mejor valorado que el líder que lo descabalgó. Nadie se atreve en estos momentos (seguramente él tampoco) a vaticinar si se atreverá o no a ser el candidato del PP a las autonómicas de Canarias en 2015, pero los encuestados lo deben dar por hecho porque el hundimiento de su partido es prácticamente proporcional al que sufre su valoración política en los sondeos. Su abdicación en otro y otra candidato o candidata es una probabilidad que podría tener un efecto más devastador porque sufriría el doble efecto del desgaste del PP y la anulación que el líder ha hecho de cualquier probable sucesor.
De la amarga victoria al referéndum petrolero
El desgaste de Soria cabe atribuírselo a muchos factores, y todos ellos relacionados su altanería y a su afán de venganza. No ha terminado de encajar la amarga victoria, la primera parlamentaria de su vida (21 diputados), que sin embargo hizo bueno el adagio de que para gobernar en Canarias no es preciso ganar en las urnas. Su histórico socio, Coalición Canaria, lo dejó en la estacada para pactar con el PSOE, justo el que en las encuestas aparece como principal beneficiario del tridente de las quinielas gubernamentales. Desde aquel gesto, Paulino Rivero se convirtió en su principal enemigo político, lo que se tradujo de inmediato en el aliento que han recibido desde el PP y sus satélites institucionales y empresariales todo aquel político o medio de comunicación partidario de dar puerta al actual presidente. Soria alienta al periódico El Día con inversiones publicitarias ministeriales y alienta a los adversarios que tiene Rivero en su propio partido prometiéndoles un ventajoso pacto en 2015 si lo remueven de la candidatura a la presidencia. Por eso sentó como una bomba el anuncio (hasta entonces guardado en secreto) de la consulta popular sobre las prospecciones petrolíferas, que no sólo cogió a Soria con el paso cambiado, sino también a los que mueven los hilos en favor de una renovación en Coalición Canaria. Si repasamos someramente las hemerotecas de las últimas semanas, apreciaríamos cómo han arreciado desde entonces los ataques al pacto, particularmente a la pata socialista, con salidas de tono tan absurdas como la de Fernando Clavijo afirmando que el vicepresidente no lo recibe. Este domingo volvimos a preguntarle a José Miguel Pérez si ha recibido alguna solicitud de entrevista y ha vuelto a asegurar que no, que ni por el conducto telefónico ni por burofax, como ha dicho que ha hecho el alcalde de La Laguna. Terminará él pidiéndole a Clavijo que lo reciba para que le explique qué es lo que quiere con la Universidad de La Laguna, sobre la que el Ayuntamiento, por cierto, no tiene muchas competencias que discutir.
Los dos millones que debe el Cabildo
A la trifulca contra Paulino a través del PSOE se sumó también estos días el presidente del Cabildo tinerfeño, Carlos Alonso, capaz de reclamar airadamente al Gobierno que destituya a la viceconsejera de Sostenibilidad por oponerse a entregar a los cabildos la gestión de los parques nacionales que hay en Canarias, mayormente el de El Teide. Resultó conmovedor escuchar a Alonso el mismo día ofreciendo un millón de euros para la apertura de las urgencias en el norte de Tenerife y reclamando para sí el gasto que supone hacerse cargo de un parque nacional cuando está al frente de una endeudada administración que, entre otras minucias, debe a la Agencia del Medio Urbano y Natural la nada despreciable cantidad de dos millones de euros. Cosas de la incoherencia política cuando lo que se persigue es un fin más noble cual es el de devolver el poder al PP en Canarias. Pero si ya cuesta trabajo hacerse a la idea de un Cabildo como el tinerfeño, arruinado, reclamando mayores y onerosas competencias y, de paso, desmontando la administración autonómica para regresar al feudalismo de las AIC, peor es imaginarse qué pasaría en otras islas con parques nacionales si éstos cayeran en manos de los cabildos. Sin ánimo de señalar en concreto a ninguno de sus actuales presidentes o imaginarnos a los futuros, ¿qué pasaría en Lanzarote, en La Palma o en La Gomera? ¿De verdad alguien cree que los parques nacionales necesitan correr riesgos innecesarios?
La última perreta: el recurso al Constitucional
En este escenario de desestabilización ideado por Soria (“voy a prenderle fuego a Canarias”), con los sondeos petrolíferos cubriéndole de chapapote y con una guerra interna en Coalición Canaria de imprevisibles consecuencias, al ministro no se le ocurre mejor cosa que meterse en el berenjenal de la ley de renovación turística. Ciego de rabia contra una norma claramente inspirada por el entorno más cercano a Paulino Rivero, el ministro no ha reparado en que oponiéndose a la parte tocante a los hoteles de cuatro estrellas se sitúa justo en contra de sus protegidos en ATI, particularmente el presidente del Cabildo tinerfeño y los empresarios más afines al poder en esa isla, encantados con la medida. Le ha cegado nuevamente el afán de venganza y las ansias por colocar a Rivero en una posición muy comprometida. Metido en harina se ha olvidado de algunos aspectos trascendentales que ha de tener siempre presentes un diligente administrador de lo público. Lo primero, desde luego, la legalidad vigente, a cuya letra estricta se aferra para exigir la retirada del artículo que limita la construcción de hoteles de cuatro estrellas que no provengan de la rehabilitación del establecimiento pre-existente. Y lo segundo, la política, que ha de guiarse por decisiones responsables que no pongan en juego otros bienes dignos de mayor protección, incluso superiores al de la libertad empresarial. Ningún empresario quiere tener libertad en un escenario de inseguridad jurídica, y ese es el que ha generado Soria con sus negligentes pasos. Si ya era formalmente censurable el modo en que ha gestionado el recurso ante el Constitucional, lo que ha ocurrido después del Consejo de Ministros del viernes supera la opereta. La reseña posterior al consejo no habla de suspensión, y mientras nadie cambie esa reseña, la decisión es recurrir sin suspensión de la ley. Cuando el Gobierno canario ha desvelado que Rivero había pedido a Rajoy que así fuera (que no hubiera suspensión), Soria se ha lanzado imprudentemente a hablar de la inexistencia de ese “pacto”, palabra que nadie empleó porque, sencillamente, jamás existió tal pacto. Experto como nadie en sofismas, el ministro se inventó una situación inexistente para luego negarla y ocupar el espacio de la comunicación en sus visitas de fin de semana. En eso hay que reconocer que es insuperable. Pero lo peor: parece estar deseando generar el caos legislativo, la ausencia de regulación, la ausencia de seguridad jurídica. Se cegó.
El grotesco papelón de Riu
En este contexto de un ministro de Industria, Energía y Turismo, cabalgando desbocado hacia no se sabe qué futuro político, le estalla nuevamente en las manos, ahora con más virulencia, el conflicto de las autorizaciones a Repsol para prospecciones petrolíferas en aguas canarias. Sus compañeros del PP de Valencia y Baleares (insuperables las últimas declaraciones de González Pons) lo colocan a los pies de los caballos, y por mucho que allá atribuyan a Zapatero las autorizaciones a Cairn Energy, lo cierto es que Soria no puede anularlas sin tener que caer en el precipicio de su postura con Repsol en su tierra. Es de tal calibre el estropicio, que el influyente sector turístico balear se ha posicionado unánimemente contra el petróleo para decir allí lo que no se atreven a decir aquí. Saben esos cobardes empresarios que Soria es débil en el Mediterráneo, pero que no se le puede tocar a Repsol en Canarias porque lo que allí se puede subsanar denegando el informe de impacto ambiental, aquí es innegociable dada la implicación personal que ha asumido el ministro. En ese contexto, llama poderosamente la atención –además de los disparates que pronuncia Abel Matutes- la socarrona postura de Riu. Con 26 hoteles en Canarias y 16 en Baleares, la cadena mallorquina se opone al petróleo en el Mediterráneo con los mismos argumentos que en el Atlántico acorralan al ministro, pero los Riu no lo pueden contrariar aquí porque se juegan sus operaciones en las dunas de Corralejo (el deslinde del dominio público marítimo-terrestre para hacerse con la titularidad de ese espacio natural) y la operación en el Oasis de Maspalomas, donde un expediente de Bien de Interés Cultural les podría obligar a trasladar de sitio su emblemático hotel Maspalomas Oasis. Necesitan a Soria en Canarias, y pasan olímpicamente de él en Baleares. Imposible ser más elocuentes.
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