Efectivamente, José Manuel Soria está tan seguro de la aplastante victoria del PP que deduce que al día siguiente los suyos entrarán en el Parlamento como Jesús sobre la burrita, con los sesenta diputados agitando ramas de palmeras y la Mesa lanzando de lado a lado del salón de sesiones del viejo conservatorio de Teobaldo Power el botafumeiro previamente bendecido y prendido por el padre Castro. Sabe que podrá contar con los dos votos del Centro Canario de Nacho (CCN), que aprovechará la ocasión para pedir alguna cosilla más en los madriles, y sabe que puede incluso sentarse a negociar con Román Rodríguez un posible apoyo para su diseño del reparto institucional. El ex presidente y su coalición parlamentaria serán piezas claves si se mantiene la actual exigencia legal de mayorías reforzadas para órganos como el Consejo Consultivo, cuya presidencia podría poner en juego el PP si insiste en el órdago a la grande. Cunde entre los diputados de la mayoría parlamentaria la tesis de una modificación de la legislación para rebajar esa exigencia de dos tercios y a cambio hacer constar la necesaria proporcionalidad parlamentaria en la elección de vocales. Al fin y al cabo, sostienen los defensores de esta reforma, se exige una mayoría para el Consultivo, que es órgano no vinculante, que para la reforma del Estatuto de Autonomía, para la que sólo se requiere mayoría simple. Así las cosas, el envite del PP podría quedar en farol y sus excesivas pretensiones en una representación mucho menos que testimonial. A Soria le dará lo mismo porque ese marrón se lo habrán de comer sus ordenanzas, que él ya estará en la Carrera de San Jerónimo, con Intereconomía TV más a mano.