Nada es producto de un aleteo accidental de las alas de una mariposa en la China. Y menos si la casualidad se produce en esta ultraperificidad tan asirocada. Cuando confluyen en la misma causa dos elementos tan siniestros como José Manuel Soria y José Miguel Ruano hay que dejar reposar los acontecimientos y repasar los antecedentes, que uno más que el otro tienen de sobra. Corría el mes de septiembre de 2009, con el caso Tebeto en plena ebullición, aquellos días en los que Paulino Rivero apartaba a Soria de la primera línea de fuego no fuera a darle, en plan mano fácil, por firmar el talón de 103 millones de euros al empresario Rafael Bittini, que se beneficiaba de aquel pelotazo en la montaña majorera sin haber movido una piedra, si entendemos por piedra todo aquello que no fuera la pesada cocorota del ex consejero de Industria Luis Soria. Recordarán que entonces hubo algún movimiento gubernamental tratando de cargar todas las culpas sobre las espaldas del magistrado autor de la sentencia, Francisco José Gómez Cáceres, momento en el que la magistrada Victoria Rosell hizo unas declaraciones al programa El Drago, de la Cadena Ser. Y se armó la marimorena.