Se veía venir: nos la íbamos a tragar los que desde un principio dijimos que la bandera del Cabildo de Gran Canaria era un dispendio, una bobería, por no emplear palabras más gruesas. Ya desde antes de que el socialista José Miguel Pérez se hiciera con la presidencia, no se podía izar por problemas con el mecanismo eléctrico, que anda averiado. Pero los primeros informes no son nada esperanzadores: es carísimo mantenerla, 18.000 euros al año como mínimo, a lo que hay que añadir que la zona en que se encuentra sufre un régimen de vientos que la convierten en un elemento peligroso para los viandantes y para la circulación. Además, nadie se responsabiliza de su seguridad, ni los que la instalaron ni la empresa náutica que recibió a dedo la adjudicación del mantenimiento. Pérez ha pedido otro informe, pero nos da en la nariz que nos la vamos a tragar. Es decir, 360.000 euros más tirados a la basura. Un dechado de diligente gestión pública.