Suponemos que la profesionalidad y la sangre fría de Antonio Castro, presidente del TSJC, son suficientes como para no tener en cuenta esos comentarios de José Antonio Martín y Wilebaldo Luis Yanes a la hora de tomar decisiones de índole jurídica. El magistrado palmero tenía este jueves sobre su escritorio del Palacio de Justicia una sentencia reciente que le basta para abstenerse, junto a la Sala de la que forma parte, y evitar tener que juzgar al ex presidente de la Audiencia. Es el fallo del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo que resolvía que el ex magistrado Javier Gómez de Liaño no fue juzgado por un tribunal imparcial porque sus miembros habían intervenido en resoluciones importantes a lo largo de la fase de instrucción del proceso. Castro suma a esa sentencia lo ocurrido hace pocos días en Andalucía cuando se juzgaba al juez De Urquía: presidía el tribunal Inmaculada Montalbán, de la Sala de lo Contencioso Administrativo, después de que fueran recusados por el fiscal el presidente del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, Augusto Méndez de Lugo, y el magistrado Jerónimo Garvín.