Los dos grumetillos que tiene don Pepito para hacer los trabajos finos (y algunas veces los menos finos) se han sumado de modo entusiasta a la guerra. No hay nada que les guste más que, tras un somero análisis de lo ocurrido, encontrar algún culpable contra el que cargar su ira. Paulino Rivero, Martín Marrero y Fernando Ríos han sido, de momento, las tres víctimas gubernamentales, y sobre ellos han colgado calificativos bastante subiditos de tono. Y como en la iconografía pepitiana el siguiente de la lista es el director de CANARIAS AHORA, pues contra él también ha habido balacera, y no por filosocialista irredento, acusación recurrente a la par que aburrida, sino a partir de la concesión de estas frecuencias, por converso nacionalista. Se trata de una acusación preventiva: “Seguro que ya no vuelve a preguntar por mantillas ni peinetas con cargo al erario regional, ni siquiera en un programa de televisión”, lo que confirma a las claras que Carlos Sosa lo hizo, y que lo sigue haciendo. Estamos, queridísimos, ante la rasquera del genuflexo, ante el síndrome de la mandíbula desencajada, que se manifiesta en todos aquellos periodistas y directores de medios que desde julio de 2010, cuando se convocó el concurso de frecuencias, se arrodillaron ante el Paulinato y comenzaron sus habituales ejercicios de mandíbula. De repente se ven boquiabiertos, ridículos y sin radio, y culpan a los que no nos hemos movido ni un milímetro de nuestra línea editorial de sus males y de sus excesos bucales. Qué se le va a hacer. Siempre les quedará el oficio más viejo del mundo.