Soria no quería que José Francisco Henríquez, nombrado a propuesta del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, fuera consejero de La Caja, y mucho menos que pudiera optar a presidirla. Para ello propició un grosero pacto entre su partido, el PP, y Nueva Canarias, tan dada esta última formación al conchabo de cualquier tipo para tocar alguna poltrona, aún traicionando sus acuerdos insulares con el PSOE. Henríquez tomó posesión de su cargo en el Consejo de Administración al tiempo que sus socios en una mercantil trataban de renovar una póliza vencida en La Caja, entidad con la que llevaban trabajando décadas. La renovación de la póliza se estaba tramitando dentro de los cauces normales: se pedía documentación, se realizaba una nueva tasación a la garantía que la sociedad volvía a ofrecer a La Caja. Pero, paralelamente, Henríquez cometía el error de solicitar para una empresa de la que es socio único un préstamo de 180.000 euros para hacer frente a las inclemencias de la crisis y de la falta de liquidez que a todos acucia.