“Yo me pago mis gastos de mi bolsillo”. La frase fue pronunciada por José Manuel Soria en la calle Castillo, en Santa Cruz de Tenerife, cuando fue abordado por acampados del movimiento del 15-M que le reprochaban el distanciamiento de los políticos de los ciudadanos. Fue una conversación larga a la que asistía entre incómoda y divertida Cristina Tavío justo un metro por detrás de su presidente regional. Se habló de corrupción (“yo estuve un año imputado y al final todo resultó ser una mentira”), de gastos suntuarios, de pactos, de mentiras... Y todo acabó en nada, en fuegos fatuos. Pero no acudió a eso José Manuel Soria a Tenerife, sino a reunirse con los 21 diputados electos por el PP que, según cuentan las agencias, se comprometieron a darle su voto en una presumible investidura para ser presidente del Gobierno. Un alivio para el líder, proclamamos. Si los cálculos no nos fallan, esos y sólo esos son los votos que tiene asegurados el candidato del PP, porque por muchas conversaciones que sostenga con amigos de otras fuerzas políticas parece imposible, a la par que marciano, que alguno vaya a romper la disciplina de voto por considerar “más razonable que presida el Gobierno quien ganó las elecciones” o por resultar “suicida el empeño de Paulino por ser presidente”, razones que dice Soria que le han expuesto personas de Coalición Canaria y del Partido Socialista, y no necesariamente por ese orden. Resulta una estrategia bufona esa de ir a revolver en la ciénaga a ver si algún descontento, de buenas a primeras, se pasa de bando por motivos que se nos esconden. Pero es muy libre Soria de seguir haciendo el lechuguino (sin E.Coli, de momento).