Nadie se atreve a decírselo a la cara, pero en el Grupo Parlamentario Popular no han gustado en absoluto los modales de estampida de José Manuel Soria. Se ha marchado dejándoles un par de gestos que sobre todo pudo haberse evitado, y decisiones que seguramente marcarán el futuro del grupo parlamentario hasta que se produzca algún acontecimiento extraordinario. No gustó en la tropa popular, por ejemplo, que Soria ordenara presentar una enmienda a la totalidad a los Presupuestos Generales de la Comunidad Autónoma para 2012 y que, en lugar de defenderla él mismo en el pleno del miércoles, acudiera sólo el martes a Teobaldo Power con el único fin de recibir el botafumeiro y los honores de las grandes despedidas. Para colmo pasó la encomienda al envarado Jorge Rodríguez, el diputado alicatado hasta el techo, imputado por currupción en el caso Faycán y experto en lugares comunes con florituras. Tampoco gustó un pimiento que fuera Soria quien colocara al PP en el triste trance de ensuciar el nombramiento de Jerónimo Saavedra como Diputado del Común y ni siquiera tuviera la gallardía de personarse en el pleno en el que se escenificó a falta de respeto que supone que 20 diputados hechos y derechos incumplan su obligación de votar en las deliberaciones plenarias. El presidente del PP los dejó a todos como chiquillajes marrulleros que primero prometen apoyar al candidato; luego exigen consenso sobre el futuro de una institución que piden disolver por costosa e inútil, y acto seguido rematan el disparate saliéndose a la hora de votar. Tanto despropósito a la vez solo puede tener una autoría intelectual. Y no está en ignota montañas ni lejanos valles.