La prudencia sigue sin adornar a nuestro ministro canario, por más que acumule sobre sus espaldas unos cuantos lustros de experiencia y de sabiduría política, con sus resbalones correspondientes. Sus primeras decisiones y sus solemnes anuncios se han tropezado, casi en su totalidad, con airadas respuestas por parte de la prensa especializada y por los sectores sobre los que José Manuel Soria tiene competencia directa. Vaya por delante que le felicitamos por haberse retractado de su anuncio de que iba a cargarse las bonificaciones a las tasas aéreas a las compañías que implantan nuevas rutas con Canarias, una de las ventajas que han supuesto ese récord turístico que está permitiendo un leve crecimiento económico en el Archipiélago. Pero sus decisiones sobre el cementerio atómico o sobre la moratoria a la central de Garoña ya ha tenido amplia y dura contestación, y no solamente entre los sectores anti nucleares, sino también entre los que cruzan datos del déficit tarifario eléctrico con las compensaciones a las eléctricas y el déficit que generan los sistemas eléctricos insulares, como es el caso de Canarias. En una decisión puramente económica, el Gobierno ha ampliado la vida de Garoña hasta 2019 para exigirle a Endesa e Iberdrola que no aprieten con el déficit tarifario, que Soria ha incrementado en dos millones de euros respecto a lo anunciado por el gobierno socialista. De nada vale que el reactor de la central sea gemelo de los de Fukushima, todo sea por el déficit. De Guindos y Soria compiten en popularidad.