Nunca debió haber aceptado ser una marioneta en manos de un director general que lo ninguneó de modo inclemente. Nunca debió prestarse a presidir el Consejo de Administración de la Caja de Canarias para ejercer como un convidado de piedra, como un florero al que todos ?eso sí- rendían tributo por su impecable trayectoria profesional hasta entonces. Las consecuencias de esa cesión están siendo durísimas para Juan Manuel Suárez del Toro porque jamás se imaginó que, con su omisión, otros estuvieran haciendo lo que presuntamente se ha hecho con las cuentas de Bankia, y por lo tanto, también de La Caja. La noticia la tienen publicada en toda la prensa nacional, incluida la canaria. El que fuera presidente de la Cruz Roja Internacional y la Media Luna Roja se enfrenta ahora a la crudeza de un procesamiento penal del que cabe esperar que afloren todos los responsables, no solos los que ocupaban cargos de representación. Porque ese fue siempre el fuerte de Suárez del Toro, ejercer tareas institucionales a la perfección, y a una función de ese tipo, pero con menos flashes y mucho menos salario, regresa este grancanario. Muy pronto volverá al sector del transporte, donde comenzó en los setenta vinculado a la empresa de economía social Salcai, hoy integrada junto a Utinsa en Global. Volverá para hacerse cargo de una participada del grupo, Gexco, que se ocupa de la gestión de las estaciones de guaguas en dependencia directa de la Autoridad Única del Transporte, del Cabildo grancanario. Le deseamos mucha suerte.