Dicen los que temen a José Miguel Pérez, secretario general del PSC, que no se anda con chiquitas, que es un cabroncete con pintas, que no ha llamado a los herreños porque espera que rectifiquen a tiempo y sean ellos los que llamen para disculparse. Pérez ha mandado actuar al secretario de Organización, el gomero Julio Cruz, que ha ejercido más veces de bombero que de hamaquero del chiringuito. Cruz ha transmitido a Alpidio Armas, secretario general herreño, que ha de deponer su actitud porque corre peligro a) su continuidad en el PSOE y b) el éxito de la moción de censura. Porque como pueden leer en este mismo periódico, con la Ley Electoral en la mano, la moción de censura podría enfrentarse a un estrepitoso fracaso si los cinco socialistas son efectivamente expulsados y se convierten en 12 los siete consejeros normalmente necesarios para la mayoría absoluta. Alpidio Armas no lo sabía porque, metido como andaba metido en la euforia de gobernar y pisar moqueta, se olvidó de la sutil diferencia entre una indisciplina de partido a un ilícito electoral. “Ya verán que no nos expulsan”, ha dicho a los suyos. Pero quien le pregunte a José Miguel Pérez obtiene una respuesta absolutamente contraria: “Como no den marcha atrás van a ser expulsados”.