Ni siquiera en política se pueden conjugar deseos con realidad del modo que sueñan sus protagonistas. Blas Acosta, el presunto líder emergente del PSOE majorero, y el presidente del PP de Fuerteventura, Domingo González Arroyo, son dos de los damnificados por los resultados electorales del domingo. No podrán ejecutar su pacto de la avioneta, aquel que les relatábamos aquí y que básicamente consistía en repartirse el poder territorialmente en la isla: el norte para El Marqués, y el sur para Acosta. Tienen muy difícil la suma en casi todas las corporaciones porque, además de la decisión de los electores, otros factores destructivos se han conjurado contra ambos. Blas Acosta sólo tiene garantizadas ahora mismo sus actas de concejal en Pájara y de consejero del Cabildo. Pero hasta es posible que en ambos casos sea en los bancos de la oposición.