La tranquilidad parecía haberse apoderado de la Autoridad Portuaria de Las Palmas tras las convulsiones provocadas en la etapa de Arnaiz (¿se acuerdan de la Gran Marina y del contrato cochino con los Esquivel?) y la entrada como elefante en cacharrería del actual presidente, Javier Sánchez-Simón. Desde un principio enseñó sus cartas este pedazo de presidente y dejó claro que quería ejercer el máximo control sobre la política de personal del organismo. Por eso se puso como se puso para tener delegados los poderes del consejo de administración para la elección de su equipo. Y a partir de éste ha ido montando una política de recursos humanos que ya ha hecho saltar al comité de empresa con un escrito clarito remitido a Sánchez-Simón y al director del Puerto, José Daniel López.