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Los volcanes de La Palma ‘hablan’ a través de las aguas subterráneas

Charca natural junto a entrada de la Galería de Fuente Santa en Playa de Echentive, Fuencaliente

Toni Ferrera

Fuencaliente —

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Don Pedro estaba enfermo de sífilis. Según algunos, era la penitencia que debía pasar por su avaricia durante el Saco de Roma en 1527, cuando soldados españoles y alemanes asolaron la capital italiana para saquearla. Don Pedro, necesitado de una cura, escuchó que un manantial de aguas termales en La Palma podría sanar su enfermedad. De camino a América del Sur, paró en la isla. Y durante un mes, se bañó en sus charcos calientes. Él y otros compañeros, como Alvar Núñez Cabeza de Vaca (curiosamente, nombre de la montaña donde ha explotado el último volcán de La Palma), fueron llegando y dejando riqueza en la ínsula hasta convertirla en el territorio con más músculo económico del Archipiélago. Casi todo giraba en torno a Fuente Santa, una especie de balneario natural, igual que el de Vichy en Francia, al que acudían miles de curiosos, anonadados por sus presuntas propiedades curativas.

Fuencaliente fue denominada así por su joya de la corona. “Lo llamaban ‘Fuen’ por la fuente y ‘Caliente’ por el calor. Fuente caliente. Y después hay un nombre guanche, Tragagito, ya que ‘Traga’ es agua y ‘Gito’ caliente”, explica Luis Manuel, vecino del municipio y conocedor de esta historia popular. La popularidad era tal que en la costa sur de La Palma atracaban barcos de España, Francia, Inglaterra... Había una playa para cada uno de ellos. Los residentes se enriquecieron gracias a las limosnas que daban los enfermos, hospedados en el Pago de los Indios. Pero ahora Fuente Santa no está. La erupción del volcán de San Antonio en 1677 la sepultó, provocando que cientos de vecinos huyeran de la región. Cuando la lava arrasó con parte de la localidad, uno de los puntos canarios más opulentos quedó prácticamente despoblado.

Carlos Soler, doctor Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en la especialidad Hidráulica, destaca en su libro La larga búsqueda de la Fuente Santa que “prácticamente no hay una sola generación” de fuencalenteros que no intentara encontrar la “antigua surgencia de las aguas termales, curativas y milagrosas”. Había hasta frases guía: “La fuente nacía al pie de un elevado risco de color plomizo”, “el agua brotaba de un material de tan blanda naturaleza que con una lanza fácilmente se le hacían regatones”.

Pero se tardó 330 años en encontrarla. Y cuando fue hallada (investigación con Soler al frente), se descubrió el secreto del manantial más ansiado de La Palma: sus aguas son ricas en cloruros y CO2. Su alta mineralización puede ayudar a prevenir y tratar numerosas afecciones de piel, así como para las circulaciones sanguíneas y linfáticas. “Hay quien dice que curaba hasta la lepra. Dicen”, repite Manuel, levantando las cejas, como si estuviera hablando de una leyenda. El proyecto para convertir Fuente Santa en un balneario contemporáneo lleva más de una década cociéndose a fuego lento. Aún no se han adjudicado las obras para ello, pero el Ayuntamiento de Fuencaliente es optimista con que coja velocidad a principios de 2022.

El charco era así, de aguas calientes y burbujeante, por los volcanes. El prestigioso geólogo Juan Carlos Carracedo señala en su último libro, publicado en la colección Los Volcanes de Canarias, que “las aguas muy mineralizadas abundan en toda la dorsal de Cumbre Vieja, particularmente en el extremo más meridional del eje del rift [Fuencaliente], donde abundan los centros de erupciones recientes”. Y continúa, haciendo referencia esta vez al descubrimiento, en su opinión “improbable”, de Fuente Santa. “Es evidente que (…) lo que se ha encontrado es agua subterránea, que en esta parte de la isla proviene de la zona de cumbre y discurre por áreas de volcanismo reciente, con alto contenido en gases y temperaturas elevadas, lo que le permite contener más sólidos (minerales) disueltos”.

Así que Fuente Santa ‘la original’ y Fuente Santa ‘la nueva’, según el criterio de Carracedo, son como son por la íntima relación entre los volcanes de La Palma y las aguas subterráneas. “Es muy probable que una galería parecida en cualquier otro punto de esa zona de costa hubiera encontrado agua de características semejantes”, subraya. Gracias al desarrollo de las técnicas de vigilancia volcánica, ahora también se sabe que este vínculo permite a los científicos monitorizar la proximidad de una erupción. Tatiana Izquierdo, licenciada en Ciencias Ambientales y profesora de Geodinámica Externa en la Universidad Rey Juan Carlos, lo explica en un artículo publicado en The Conversation.

Una técnica de vigilancia volcánica

“La influencia volcánica en los acuíferos ocurre cuando los gases que acompañan al ascenso del magma desde las capas profundas de la Tierra hasta la superficie entran en contacto con las aguas subterráneas en las rocas que conforman los volcanes”, explica la experta. “En estas aguas se disuelve buena parte de esta mezcla de gases, principalmente en el dióxido de carbono y otros compuestos formados por azufre y cloro”.

El Instituto Geográfico Nacional (IGN) detalla en su informe Técnicas de vigilancia volcánica que sobre las islas de Tenerife, El Hierro y La Palma se realizan muestras periódicamente para medir los parámetros fisicoquímicos de las masas de agua sometidas a la interacción con los gases del volcán. Debido a la enorme cantidad de pozos y galerías construidos en las Islas, se puede saber dónde y en qué fase se encuentra la actividad volcánica. “Cualquier variación en la temperatura, cualquier cambio, sobre todo en los momentos previos a la erupción. El agua nos puede dar una idea de hacia dónde va el magma”, indica a este periódico Izquierdo.

Al final, lo que se mide principalmente es si el PH de las aguas (medida que marca la acidez o alcalinidad de la misma) ha disminuido por la asimilación de dióxido de carbono y azufre. Lo normal es que sí. “Pueden incorporarse otros elementos químicos, como el flúor y el arsénico, por ejemplo, que, aunque aparecen en concentraciones muy pequeñas hacen que el agua no sea potable”, sostiene la profesora de la Universidad Rey Juan Carlos. “Se crean una serie de puntos en el interior de las galerías. Tomamos muestras y vemos su composición”, añade. “Cualquier cambio (…) puede ser detectado. Se podría decir que el volcán nos habla a través del agua”.

Izquierdo dice que esta técnica tiene especial relevancia en el proceso pre-eruptivo. Después, puede resultar más difícil por la falta de sensores en las inmediaciones del volcán´. Alejandro García, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), y Juan Carlos Santamarta, doctor Ingeniero de Montes y experto en aguas subterráneas, planificación y gestión de los recursos hídricos, están liderando un proyecto que investiga cómo la erupción volcánica de La Palma está modificando la calidad química del agua subterránea.

“Visitamos los pozos con los que cuenta el Consejo Insular de Aguas y controlamos la salinidad del agua, que por el momento no muestra afección y es segura”, manifiesta García, que hace especial hincapié en el papel de las cenizas y el “recubrimiento de sales” que presentan. En principio, no deberían afectar a la composición del agua (sí, quizá, a la que se encuentra en la superficie), “pero tienen potencial”.  Sobre si pueden hacer la monitorización volcánica o no con esta investigación, García reconoce que habría posibilidad de hacerlo, pero para ello haría falta un medidor en las proximidades del cráter, algo que no se da en estos momentos.  

Llega la geotermia

La geotermia tiene mucho que ver con todo esto. Se trata de un tipo de renovable que permite transformar el calor de la tierra en energía. Por ejemplo, si encontramos unas aguas subterráneas a más de 100 grados centígrados, se puede perforar la tierra, al igual que se hace con la extracción de petróleo, y convertir el vapor de agua en electricidad. Hace unos días, el Colegio Oficial de Geólogo (ICOG) pidió que las autoridades centraran sus ojos en esto.

“La Palma es la mejor isla para promover la geotermia porque se podría producir la mayor parte de la demanda energética. El magma está muy próximo a la superficie, aunque debido a la topografía de la isla habría que perforar a grandes profundidades para generar geotermia”, admite Celestino García, ingeniero de minas del IGME.

Por su parte, Scherezade Díaz, hidrogeóloga experta en geotermia y campos geotérmicos, recordó el caso de Islandia, que “tiene muchos proyectos de investigación geotérmica para encontrar fluidos supercríticos cerca del magma”. En Canarias, por otro lado, “la generación eléctrica es muy cara porque hay que fletar barcos con gasoil y quemarlos allí”. 

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