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El océano del futuro se estudia en La Palma gracias a los volcanes

Playa de Echentive, formada tras la erupción del volcán Teneguía en 1971. (ALEJANDRO RAMOS)

Iván Suárez

Fuencaliente —
29 de septiembre de 2021 13:28 h

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El océano del futuro se estudia en La Palma, a unos 20 kilómetros al sur del enclave donde este martes por la noche se fundieron el mar y la lava que brota del nuevo volcán. La costa de Fuencaliente, en el extremo meridional de la isla, reúne unas condiciones únicas en el mundo que la convierten en un laboratorio natural para el estudio de uno de los efectos del cambio climático: la acidificación oceánica que amenaza la integridad de los ecosistemas marinos. 

Científicos de las dos universidades públicas canarias investigan desde hace años en esta franja litoral los afloramientos de dióxido de carbono en la costa y cómo afectan a la química del agua del mar y a la biodiversidad, a los organismos que habitan en ella. Son emisiones de origen volcánico, procedentes de la desgasificación del magma, que alteran las aguas subterráneas que descienden desde el centro de la isla y se vierten a la costa. Durante las mareas bajas, el PH del agua se reduce hasta un punto en esta zona, se vuelve mucho más ácida. Este comportamiento sirve para predecir las consecuencias en los océanos del incremento de las emisiones de CO2 en el planeta debido a la actividad humana, principal responsable del calentamiento global. 

La carretera que conduce a este lugar, en el vértice sur de La Palma, se detiene ante los dos faros de Fuencaliente. El viejo, construido con piedra basáltica de Arucas (municipio de Gran Canaria), fue dañado por la erupción del volcán Teneguía en 1971 y por el enjambre sísmico previo y rehabilitado a principios de siglo después de tres décadas de abandono. El nuevo, rojo y blanco, fue construido a mediados de los ochenta para sustituirlo, a apenas 30 metros. Al este se sitúan las salinas de Fuencaliente, un punto de interés científico por ser lugar de descanso de aves migratorias. Al oeste, a menos de un kilómetro, se encuentra la playa que nació del material expulsado durante la erupción del Teneguía, denominada Echentive o Playa Nueva. 

En la base del antiguo faro de Fuencaliente se ha habilitado un espacio para albergar el Observatorio Marino de Cambio Climático. José Carlos Hernández, profesor de Biología Marina de la Universidad de La Laguna (ULL), es su director. “La Palma es uno de los tres sitios del mundo donde el agua se acidifica de manera natural. Los otros dos son Isquia (la isla más grande del archipiélago campano o napolitano, en Italia) y Papúa Nueva Guinea (la segunda mayor isla del mundo, situada al norte de Australia). Son sitios excepcionales. Es importante porque, a través de ellos, podemos prever cómo serán los océanos del futuro. Además, en La Palma no hay burbujeo y en los otros dos lugares sí, por lo que se puede estudiar sin ese impacto mecánico sobre los organismos que se van a asentar en este sitio”, explica. 

El hallazgo se produjo de forma casual. Fue un estudiante de doctorado, Celso Hernández, quien advirtió la peculiaridad cuando trabajaba junto a al profesor de Biología de la ULL en un proyecto del Ministerio de Ciencia y Medio Ambiente. Al tomar muestras para medir cómo las algas absorben dióxido de carbono y emiten oxígeno, se percató de que en uno de los puntos de control de la costa el PH era extremadamente ácido con respecto a los valores habituales. Tras una etapa de desconfianza y después de numerosos análisis con los mismos resultados, se encendió la bombilla. “Ya en 2015 nos dimos cuenta de lo que estaba pasando allí”. Hernández contactó con Melchor González y Magdalena Santana, catedráticos de Química Marina de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), para incorporarlos al grupo de trabajo y, a partir de ahí, hallaron otros emplazamientos donde ocurría ese mismo fenómeno. 

“Cuando llegamos, analizamos muestras y vimos que, durante la marea baja, el PH del agua tenía valores de 7,1 o de 7,2. Es una barbaridad. El PH normal es de 8, 8,05...”, relata Melchor González, que precisa que desde la Revolución Industrial, este indicador de la acidez de los océanos ha bajado una décima en todo el planeta y que los modelos prevén un descenso de tres o cuatro décimas de aquí a final de siglo. ¿Por qué disminuye tanto en esa zona de Fuencaliente? “El agua que baja desde los acuíferos, desde la zona centro de La Palma, pasa por debajo del Teneguía, se retroalimenta del propio fondo marino en esas rocas, que son porosas, y cuando sale, con la marea baja, hay una liberación de presión que deja salir el dióxido de carbono. Por eso da unos valores muy acidificados”, señala el experto en Oceanografía.   

Magdalena Santana aclara que estas emisiones de dióxido de carbono son muy ligeras, pero suficientemente significativas para la investigación. Nada tienen que ver con las que se producen durante los procesos eruptivos como el que está ocurriendo en estos momentos en la vertiente oeste de La Palma, en el edificio volcánico de Cumbre Vieja, o el que aconteció hace ya una década en el mar de Las Calmas, en el sur de la isla de El Hierro, donde el ecosistema quedó arrasado por completo para regenerarse meses después y recobrar su riqueza. “Las emisiones inmediatas son muy drásticas. En El Hierro, el PH bajó tres puntos. Esto solo se produce cuando un volcán erupciona en el mar. Aquí estamos hablando de un remanente de emisiones de zonas en las que ha habido erupciones históricas. Son variaciones muy, muy pequeñas, pero son importantes para el estudio porque permiten modelizar los comportamientos”, remarca. 

Este grupo de trabajo de Química Marina lleva 25 años estudiando los niveles de dióxido de carbono y de acidificación en océano abierto. En el norte de las islas se encuentra una de las tres estaciones que aporta datos de series temporales al Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). Las otras dos están en Hawái y en Bermudas. “Hace unos años, quisimos ver si las mismas tendencias que estábamos observando en océano abierto, debido a la acción del hombre, las obteníamos en las costas. Desde 2020 estamos realizando estudios en la región canaria”, asevera Santana. Aunque aún no se puede hablar de tendencias, porque el periodo de estudio es todavía corto, los primeros datos sí que apuntan a un comportamiento similar en la franja litoral, un incremento en la absorción de dióxido de carbono. Por ello, el fenómeno que ocurre en el sur de La Palma, en el municipio de Fuencaliente, es relevante para analizar cómo van a funcionar los océanos del futuro. 

“Ganadores y perdedores” en el ecosistema

Durante estos años de investigación, el profesor de la ULL José Carlos Hernández ya ha podido comprobar las primeras consecuencias de esa acidificación del agua sobre la biodiversidad marina, su estructura y composición. “Es un ecosistema completamente diferente al que tenemos ahora. Estamos estudiando fenómenos de adaptación. ¿Se extinguirán todos los organismos o habrá algunos que serán capaces de resistir en los océanos del futuro, con mayor cantidad de CO2, más ácidos? Algunas especies se adaptarán y otras desaparecerán por completo. Habrá ganadores y perdedores” en este proceso, explica el biólogo marino. 

Los que más pierden son los organismos calcáreos. “Eso significa que lo van a tener mucho más difícil los organismos que calcifican, que son muchos de ellos”, apunta. Por ejemplo, los burgados. “Estamos viendo cómo las conchas de estos caracoles marinos se están disolviendo. Y eso va a tener una serie de repercusiones en la población. Por ejemplo, que sus conchas sean mucho más frágiles y que haya una mayor depredación sobre estos individuos o que aguanten menos las condiciones ambientales puesto que esa casa portátil que tienen se les va destruyendo”. También se prevé que desaparezcan en estas condiciones grandes bosques submarinos, como los fondos del gongolaria abies-marina, “que es el musgo amarillo”, o “el musgo negro” que se puede encontrar en la zona de Puerto de la Cruz (Tenerife) o La Gomera. “Esos bosques de gran porte desaparecerán. Por hacer un símil terrestre, es como si desaparecieran los bosques de secuoya y solo quedaran zonas de sabana”. 

Las 'ganadoras' serán las especies “que crecen muy rápido, que son de pequeño tamaño y que pueden resistir ese efecto ácido de la emanación de dióxido de carbono”. “Los organismos macroscópicos, los que conocemos todos, los invertebrados, algunos peces de gran tamaño, no son comunes en los lugares ácidos. Sí lo son los organismos pequeños: gusanos marinos, pequeños crustáceos... Otro tipo de comunidad. Y esto tiene una serie de implicaciones en el resto de la cadena trófica que estamos ahora mismo investigando”, indica Hernández, que habla de comunidades mucho más diversas de organismos microscópicos, “miniaturizadas”. 

El siguiente paso del estudio es comprobar de qué manera ese cambio producido por la acidificación del océano va a afectar a los organismos que están por encima, a los recursos pesqueros. “En el caso del burgado, tiene un efecto negativo. Pero queremos ver también si esa estructura en la comunidad del bento (organismos que habitan el fondo de los ecosistemas marinos), que está asociada a la roca, que vive pegada a la roca, va a modificar, por ejemplo, la producción de oxígeno, el hábitat que tienen los peces para vivir en estos lugares y así hasta llegar a nosotros. Es decir, qué consecuencias tendrá este fenómeno en la biomasa de productos pesqueros”.

“La isla de La Palma es única en muchos aspectos, pero este es uno de los más destacables desde el punto de vista marino. A nosotros nos ha interesado muchísimo desde que encontramos este punto por pura casualidad. Hay muy pocos en el mundo y por eso decidimos trabajar en conjunto para crear este Observatorio Marino de Cambio Climático”, afirma el profesor de la ULL, que agradece la implicación en el proyecto tanto de las dos universidades canarias como del Ayuntamiento de Fuencaliente. 

Melchor González destaca la importancia de este fenómeno natural. “En Gran Canaria estamos haciendo un estudio de mesocosmos. Cogemos bolsas de agua de entre 8 y 20 metros cúbicos y ponemos distintas concentraciones de dióxido de carbono disuelto. En La Palma, en vez de tener esas condiciones estancas, tienes un océano que renueva el agua, que según salgas a la costa o al mar abierto cambia el PH, con lo cual simplemente poniendo unos organismos más cerca o más lejos de la costa, estás simulando unas condiciones que se producen de manera natural en un océano abierto y eso es muy interesante para la investigación”, concluye. 

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