El Ateneo de La Laguna inaugura la exposición 'Los ojos del vacío', de Carlos Matallana,

El Ateneo de La Laguna inaugura el próximo viernes 23 de enero a las 20:30 horas la exposición Los ojos del vacío, de Carlos Matallana, (Arrecife, 1956).

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Sobre la escena de las vanidades

El autorretrato es un subgénero del retrato caracterizado, básicamente, por dos cuestiones. Primero, por la ausencia de cliente: el artista se hace a sí mismo el encargo de representar cómo se ve. Esto nos indica la segunda característica: la naturaleza paradójica del autorretrato. El sujeto se hace objeto y el objeto se hace sujeto o, dicho de otro modo, vemos el modo de mirar (bien sabido que no podemos mirar lo que nos permite ver). Esta actitud autorreflexiva es eminentemente barroca y adopta con frecuencia la forma del cuadro dentro del cuadro (de la representación de la representación), lo que técnicamente llamamos 'puesta en abismo' (...)

(...) Que el artista se haga un encargo a sí mismo puede significar, por su parte, dos cosas: la primera, que confía en la posibilidad de encontrar un comprador o que cree que su persona ?su forma de ver(se)- debería formar parte de la historia del arte, es decir, entrar en el museo. Dado que estamos en crisis, vamos a descartar que Matallana dé por sentada la venta de un desnudo suyo encadenado. Pero no descartaremos de antemano que sí piense que ha alcanzado una edad que le permite considerarse 'museable', auque no deje muy claro si el museo en cuestión sería el de arte, el de antropología o incluso el de ciencias naturales. Quizá el artista comience a sentirse un bicho raro y decida hacerse un encargo convencido de que, si no lo hace él, nadie más le hará ciertas preguntas (...)

(...) Estaríamos pues en el escenario de la representación. Una decisión coherente (y, por ello mismo, de nuevo paradójica), con la 'puesta en abismo' ya comentada. Y el escenario es un vacío: el artista interpreta su papel cuando la representación ha concluido. Pero si, efectivamente, el escenario no está vacío sino que es un vacío, entonces lo que ha concluido no es la función, sino el mismo mecanismo de la representación. Lo que nos permitiría colegir que el vacío es el que reina en el escenario del simulacro (...)

(...) El emblema (etimológicamente, 'poner dentro') es una figura acompañada de unas sentencias concisas y agudas: un título (inscriptio, motto, lemma), inscrito o adjunto, y/o un epigrama erudito (con frecuencia en lengua culta). El conjunto contiene un precepto moral más o menos encriptado. Su vocación no es, sin embargo, oscurantista. Al contrario, su objetivo es ayudar a descifrar la realidad. Bien entendido que, hasta hace apenas unas pocas décadas (en que la pedagogía se convirtió en el arte de considerar bobo al interlocutor con el fin de llegar a confirmar esta hipótesis de partida) nadie pensaba que lo obvio pudiera servir para otra cosa que no fuera ocultar el verdadero sentido de las cosas. El emblema ayuda a dar razón de una realidad tan evidente como opaca. No la trasparenta (la realidad es evidente, lo que no es tan evidente es su sentido; los cristales simpre tienen inscripciones), pues su objetivo es hacer pensar a los que la contemplan. De hecho, el significado del emblema puede no dilucidarse nunca, incluso podría no existir, pues, en última instancia, su verdadero contenido es la necesidad de producir sentido (...)

(...) La realidad es la que es, difícilmente el artista podrá cambiarla por otra; pero ni es ese el problema ni esta dificultad nos obliga a convertirnos en correa de trasmisión del 'pensamiento único'. El verdadero arma política en la actualidad es la reconceptualización. No tenemos que imaginar otro mundo, basta con que encontremos la manera de reevaluar lo que este nos ofrece. Para ello, no (sólo) necesitamos ciudadanos informados, sino individuos ejercitados en el arte de suspenderse en la escena de las vanidades para buscar en el nihilismo las pistas que nos reconduzcan al sentido.

Ramón Salas, “Sobre la escena de las vanidades”, 2009. (Extracto)

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Carlos Matallana (Arrecife, 1956):

Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de La Laguna.

Miembro del Patronato de la Fundación César Manrique.

Director de Montaje de Exposiciones del Gobierno de Canarias.

Su trabajo, ha podido verse en Sevilla, La Coruña, Murcia, Vitoria, Valencia, Madrid y Barcelona, en Oporto, Amberes Upsala, Trieste, Lisboa. En Dakar y en Nueva York, donde residió.

Habitual de Arco, ha colaborado en diseños de escenografías para teatro y realizado diversos trabajos de diseño gráfico.

Su Obra esta recogida en diferentes Museos y Colecciones.

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Los ojos del vacío, de Carlos Matallana, en el Ateneo de La Laguna del 23 de enero al 21 de febrero.

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Lunes a viernes de 10:30 a 14:00 y de 16:30 a 20:30

Sábados de 10:30 a 14:00

Clausura: 21 de febrero.

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