‘St. Vincent’: un cuento ácido y tierno
‘St. Vincent’ es otra de esas historias que tanto nos gustan de ancianos amargados (casi patéticos), pero que resultan tener un gran corazón oculto entre toda esa maraña. Tal vez la novedad que aporta el director Theodore Melfi, es que el desorden de la vida del protagonista no es nada convencional ni amable. Es la historia de Vincent (Bill Murray) que tiene que hacer de canguro del hijo de su vecina (Melissa McCarthy) soltera y con un trabajo que no le deja ni tiempo para ir a buscar a su hijo al colegio. Vincent es todo lo contrario a un canguro, es, de hecho, la antítesis de un canguro, sus credenciales: llevar al niño a apostar a las carreras de caballos, a los bares,… pero resulta ser la última opción de una madre desesperada.
No es “el día de la marmota”
No es lo mejor de Murray pero sus parroquianos la disfrutarán. Tampoco es de esas películas por las que dan ganas de ser mejor persona durante tres semanas (como su argumento pretende). Es simplemente una buena historia que agradecemos los fans de este gran actor, pero que acaba con sus títulos de crédito y no vuelve a la memoria
Un argumento que gira en torno a Bill Murray
Se trata de comedia trágica con momentos muy ácidos que nos ayudan a valorar su ternura global, la ternura oculta en los acontecimientos de la vida cotidiana, incluso de las cosas vulgares de la vida. Bill Murray se desenvuelve como nadie en este tipo de contrastes interpretativos y eso el director Theodore Melfi lo sabía. Tal vez le faltó pulir la parte en que se nota tanto que hay una moralina (que en todas las películas la hay) pero los espectadores nunca quieren notar que se les está adoctrinando, instruyendo e incluso no quieren notar que se les está emocionando.